miércoles, 5 de junio de 2024

¿Son soretes los K?

Como siempre, los puristas del soretismo, que suelen ser individuos que rondan los 70 años, discuten acerca de si tal gobierno fue o no sorete. Es una forma de no hacerse cargo de las cagadas hechas por su propio movimiento. Entonces dicen: eso no fue peronismo, o esto no es peronismo. Entonces surge un interrogante: ¿Que mierda es el peronismo? Como ya dije una ideología de mierda hecha por gente de mierda que su fin supremo es hacer mierda al país para ser los únicos que puedan gobernar en él. En esta definición entran todos los gobiernos peronchos y los otros también. Porque si hay algo en común en la clase dirigente argentina es que todos han colaborado hasta ahora en la decadencia lenta y persistente del país. Pero los soretes son, dado a que han gobernado la mayor cantidad de tiempo, los más responsables. Por eso es indignante aceptar que los soretes septuagenarios digan que el gobierno del sorete patilludo, el del sorete bizco y el de la yegua sorete no han sido soretes. Todos han tenido distintas tendencias ideológicas y han realizado actos a veces contrarios como la privatización y la nacionalización de YPF. Entonces: se puede afirmar que los k fueron son y han sido soretes. Creo que definitivamente si. Tanto en el estilo como en el manejo del partido es imposible negar el hecho de que son tan soretes como todos los soretes. El bizco fue el que entendió que había que continuar con una parte del gabinete del sorete cabezón, con lo que llegó a tener los famosos dos superávits, cosa que luego la yegua se iba a encargar de dilapidar y de transformar en un agujero fiscal que nos trajo hasta la miseria de hoy. El bizco se caracterizó por su manejo del partido sorete. Supo ganarse la simpatía de los barones del conurbano, que en un principio estuvieron bastante reacios a reconocerlo como jefe, pero, luego de la elección parlamentaria del 2005, los melones se fueron acomodando, con el andar, como siempre pasa. Sin embargo la yegua, poco a poco, y más aún luego de su viudez, fue profundizando en una identidad ideológica tendiente a la izquierda. Aquí abro un paréntesis para decir que el movimiento sorete, que tuvo su nacimiento en el fascismo italiano de Mussolini y que siguió características propias, dignas de un líder bien pragmático: primero se apoyó en el nacionalismo tradicional y luego fue virando hacia una especie de partido laborista bien lejano al anarquismo y socialismo que pululaban en aquella época. Es decir el soretismo nunca fue ni de izquierda ni de derecha, siempre hubo una mixtura de distintas tendencias lo que llevó a las luchas internas de la década del 70, llegando a su punto culmine cuando los montoneros asesinan a Rucci. Por eso la reivindicación de aquella década, subrayando la idealización de las luchas guerrilleras, como si hubiese sido una pelea romántica entre la juventud maravillosa y los oscuros dinosaurios conservadores. Ese viraje se vio desde un principio y aunque fue más una pose que otra cosa, su máxima expresión se dio con la visita de la leyenda de la izquierda: Fidel Castro. Por supuesto que fue la última vez que vino el mandatario cubano: dos veces no le verían la cara de tonto. Es que los pingüinos, como ellos se solían llamar a sí mismos, eran más bien partidarios de las costumbres del tero: que, como es sabido, pega el grito en un lado pero los huevos los pone en otro. Es que la pasión por los billetes, verdes, por supuesto, que tuvo el bizco, fue inigualable. Hasta quedó grabada una imagen en la que dice: “cuando veo estas (refiriéndose a una caja fuerte) éxtasis siento… seguidamente dice: ¿no me estarás grabando no?” No se sabe quién fue el valiente camarógrafo que dejó inmortalizado ese gesto, pero, por suerte quedó documentada esa pasión por los dineros obtenidos siempre de modo espurio. O sea: ese particular modo de “combatir el capital”, apropiándose de la mayor cantidad posible en la menor cantidad de tiempo, fue muy marcado en el primer gobierno k. Es cierto que la bonanza económica que se vivió en aquella época mantuvo oculta la corrupción hasta que los tiempos cambiaron y toda la mierda le explotó a la viuda. Pero la yegua, que si bien profundizó esa tendencia hacia la izquierda, se encargó de dilapidar todo lo bueno que había hecho su esposo, ya desde el principio de su mandato: dio por tierra con el superávit de caja y fue agrandando el agujero fiscal hasta que el país estuvo al borde de una crisis tras otra, que no explotó porque ellos, los soretes, son siempre los encargados de hacer explotar esas bombas sociales. Hubo si un momento crítico en el cual se produjeron saqueos, algo poco común en gobiernos soretes, a lo que la yegua respondió con un gesto digno de un gran estadista: a mí no me van a voltear como a De la Rúa. Es decir, por un lado sinceraba lo que había pasado en el 2001, y por el otro, amenazaba a quienes se le oponían. Cuando se negó a enviar fuerzas federales a la provincia de Córdoba, gobernada por un sorete no alineado, demostró su vileza máxima, cosa que luego pagaría el sorete manco al perder las presidenciales de 2015. Y este último gobierno del muñeco alverso tuvo varios condimentos típicos del soretismo: el autoritarismo y la falta de escrúpulos y ese internismo típico de una fuerza acostumbrada al verticalismo y dado que el jefe no es jefe y la jefa no se decide a mandar y el tercero en discordia manda pero con autorización y venia de la reina, cualquiera de las filas secundarias se cree con la libertad de decir lo peor de su compañero de frente, tanto que a veces uno se puede preguntar: ¿los une el amor o el espanto? Sin duda que lo segundo: el espanto a tener que salir a buscar un trabajo decente. Por eso, si bien los K se muestran como idealistas de izquierda, se manejan en su vida propia como lo suele hacer la gente de derecha, fijensé donde vive la yegua entre otros detalles, pero más allá de eso, es innegable que los K son soretes, más allá de que en pocos momentos han cantado la marchita, pero son indiscutiblemente soretes.

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