lunes, 10 de junio de 2024

Política internacional

Los soretes desde su origen, han tenido una fluctuante política internacional, que va desde el neutralismo, estableciendo la tercera posición, una suerte de equilibrio entre el capitalismo extremo, representado por EEUU y el socialismo, que supo ser guiado por la URSS y hoy no se sabe bien quien lo guía ni para donde va. Ante una consulta de un periodista, allá por la década del setenta, el sorete fundador dijo: ¿se puede llegar a definir al partido Justicialista como representante del socialismo? A lo que el jefe supremo dijo: “si: Socialismo Nacional”. De más está decir que ninguno de los que lo reporteaban tuvieron la lucidez de percatarse la similitud entre socialismo nacional y nacional socialismo. Seguramente estaban deslumbrados por la figura imponente del líder. Pero esa es la supuesta doctrina soretista: no estar ni de un lado ni del otro. En el marco de la guerra fría de más está decir que era una situación algo incómoda. Sólo por geografía nos hubiera convenido estar del lado de los yanquis, pero, no hay que olvidar que en el origen del germen soretista estuvo la consigna: Braden o Perón, que aducía a la notable injerencia del embajador en la política interna de nuestro país. Aquello se expresó a través de dos libros: el libro Azul, por parte de EEUU y el libro Azul y Blanco, por parte de los defensores del soretismo. Si bien hubo un amague de ruptura de relaciones la sangre no llegó al río. De casi enemigos, pasamos a las relaciones carnales en la década del noventa bajo la dirección del sorete patilludo. Llegamos a ser el alumno predilecto del FMI, nos ponían como ejemplo mundial de economía emergente, hasta que, como todo en nuestro país: todo se fue a la misma mierda. Ya con otro gobernante, el chupete dormilón, cuando la ayuda necesaria era mucho menor que la que le tuvieron que dar al gato mm para que termine su mandato, como la potencia del norte estaba metida de lleno en el conflicto iniciado el 9 de septiembre de 2001, nos dejaron entrar en default, con la crisis más grande de los últimos 50 años que terminó con muertos en las calles y que dio inicio a un proceso de distintos gobiernos de pseudo izquierda en todo el sub continente. Cuando este proceso no tenía vuelta atrás, los yanquis cayeron en la cuenta de que se habían olvidado de cuidar su patio trasero y trataron de retomar su influencia en la zona con el tratado de libre comercio denominado ALCA, que el sorete bizco, junto con su par de Venezuela se encargaron de mandar “alca-rajo”. Es que nuevamente se volvió al antiguo enfrentamiento pseudo ideológico con el país del norte, apelando a una independencia que bien quisiéramos tener, pero que es sólo en los papeles, ya que andamos, por estos años, mendigando a diestra y siniestra para recibir alguna que otra inversión. Eso fue lo que llevó al muñeco soretín a lamerle las medias al dictador de Putin, y a humillarse frente a su amiguiño Lula el cual le dijo “te vas con mucho apoyo pero sin dinero”. Pero el tratado de entendimiento con Iran, fue el paroxismo de la estupidez en lo que se refiere a incongruencia en las relaciones internacionales: en primera instancia se acusó de manera muy dudosa, con muy pocas pruebas a altos funcionarios de aquel país, solo para quedar bien con el “amigo del norte”, de esa manera el bizco llegó a hacer una sobre actuación en la ONU, exigiendo que declaren como testigos en la causa. Así se llegó a emitir alertas rojas de Interpol para varios altos funcionarios del régimen islámico. Más tarde, cuando desde EEUU se aflojó bastante la relación con Iran, nos fuimos para el otro lado: desde el gobierno, ya de la yegua, se propulsó un “tratado de entendimiento” para esclarecer el atentado contra la AMIA, cosa a la que se opusieron las principales agrupaciones de la comunidad judía de nuestro país. Es que todo olía a podrido: al perecer hubo un acuerdo por debajo de la mesa para levantar las alertas rojas a cambio de quien sabe qué. La cuestión es que el “tratado” nunca se llevó a cabo, pero en nuestro país todo terminó de manera trágica para el fiscal que había sido nombrado durante el gobierno del bizco para esclarecer aquel atentado. Justo un día antes de declarar frente al congreso acerca de su denuncia de traición a la patria a la presidente del país y a otros altos funcionarios, apareció con un tiro en la sien, al parecer auto infligido, aunque ya a más de cinco años de aquel suceso, todavía no se esclareció el hecho. Es muy probable que aquel “suicidio”, uno más en la larga lista de hechos similares, que incluyen hasta al cuñado del sorete fundador, haya influido bastante para que la sociedad se canse, por lo menos por cuatro años, del influjo soretista. Pero la cosa no terminó ahí: cuando ya casi nadie se acuerda del fiscal muerto y de aquel “tratado” no llevado a cabo, hubo otro confuso episodio en el cual un avión que había sido parte de la flota de la aerolínea de bandera iraní, y que ahora pertenecía al régimen anti democrático del gobierno de Venezuela, estuvo varado durante varias semanas en nuestro país, porque al parecer los “instructores” de origen iraní eran espías de aquel régimen. Por supuesto que todo quedó en la nada: una mancha más para nuestra justicia. De modo que los soretes, a la hora de pensar en la política internacional, pueden pasar de ser enemigos a amigos de un régimen, sólo porque al gobernante de turno se le ocurrió. Inconsistente podría ser la palabra que defina de mejor manera la política exterior de los soretes, evidenciada en la forma en que se apuran en señalar las faltas en lo que hace a derechos humanos de regímenes poco amigos y se hacen los boludos cuando se trata de violaciones de mucho peor talante de los amigos. Es decir los soretes siempre son fieles a sus más bajos instintos también en lo que hace a política exterior. Son coherentes en su incoherencia.

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