miércoles, 5 de junio de 2024

La morsa

Solamente en dos oportunidades, desde el retorno de la democracia, el soretismo perdió la gobernación de la provincia de Buenos Aires, una provincia muy difícil de gobernar, dada su extensión y su magro presupuesto, que es sistemáticamente carancheado por el resto de las provincias. La primera fue con el simpático pero impresentable Herminio Iglesias, el cual se hizo famoso, más allá de que su imitación por parte del genial Mario Sapag fue muy popular, por ser quien encendió, en una clara señal de convivencia democrática, el cajón fúnebre con la simbología del partido radical, en el acto de cierre de campaña del partido sorete, allá por 1983. Ese simbólico acto de violencia, es señalado por muchos como el factor decisivo para sellar la derrota del partido sorete tanto en la provincia como en la nación. Es que, a la hora de la derrota, alguien tiene que pagar los platos rotos. Y en el soretismo todos esconden la cabeza, cual avestruz, al momento en el que se reparten las culpas. La segunda ocasión fue ante otro impresentable, aunque no tan simpático Anibal Fernandez, el “sorete bigotón”. Según este verborrágico muchacho, la derrota se debió a fuego amigo, más precisamente a su rival en la interna (algo poco habitual en el soretismo, lo de las internas, digo), el cual mando a unos buenos muchachos, que habían cometido un triple crimen, a ensuciar al “sorete bigotón”, señalando que: según ellos la orden la dio la “morsa”. En esa entrevista quedo más que claro que la morsa era el “sorete bigotón”. Y nadie se sorprendió demasiado por eso, es más, el partido sorete salió a bancar al acusado de tan ignominioso crimen, aunque muy común en el soretismo (eso de mandar a matar a alguien, digo), de manera que el caudal de votos no se vio tan disminuido, ni siquiera tocó el mínimo histórico. Es que a los votantes soretes poco les importa el curriculum vitae de sus votados, les basta con que en la boleta diga: partido sorete, para que les parezca suficiente poner esa boleta en el sobre y de ahí a la urna. Pero, sin embargo, la derrota fue dura. Encima frente a una mujer, la no tan dulce Heidi; algo feo golpe para un sorete. Fue tanto que este “lengua karateka” tuvo que llamarse a silencio por un tiempo y recién apareció unos años más tarde, como candidato a concejal en un partido de la costa bonaerense, y ni siquiera para ese poco importante puesto fue elegido. Linda caída en desgracia la de ese muchacho. El tema es que en el soretismo la derrota es un estigma imposible de borrar. Es una marca que se lleva en la frente y de la cual es poco probable que se pueda volver. Aunque para volver los muchachos soretistas son mandados a hacer. Desde aquel “luche y vuelve”, que estos tipos han hecho de la vuelta casi su modo de vida, por lo menos mientras estuvieron proscriptos. Este poco políticamente correcto político profesional ha sabido bancarse la mala y aceptar un puesto en una oscura empresa, para luego ser llamado nuevamente para jugar en las ligas mayores, esta vez para hacerse cargo del ministerio de seguridad. Si, señores, aquel que dijo la frase: “la inseguridad es una sensación”, ahora se hace cargo de la seguridad, para beneplácito de los delincuentes en general. Es que en política se puede hacer cualquier cosa, pero, si alguien tiene fama de pedófilo, aunque no esté demostrado, uno no lo va a poner al frente de un jardín de infantes o de una escuela primaria, pero a nuestro honorable señor presidente le pareció que, eso de hacerse fama y echarse a dormir no es propio de soretes, el sorete se hace fama de lobo y lo ponen a cuidar las ovejas, sin que nadie tenga porque escandalizarse por ello. De esta manera el otrora “morsa” se convierte en quien debe hacer como que hace, mientras las dosis de droga adulterada asesina a incautos consumidores, soldaditos montados en motocicletas robadas balean cuanto domicilio o negocio deba quedar notificado de la amenaza correspondiente, y sicarios camuflados en vendedores de copos de azúcar intentan liquidar a su ex jefa. Sin duda que la inseguridad es una sensación, totalmente exacerbada por estos inmundos soretes. Más aun cuando en una rueda de prensa emite la frase: “los narcos han ganado”, algo que a un hombre decente lo llevaría a presentar la renuncia indeclinable, pero no le vamos a pedir peras al olmo, pedirle decencia a un sorete es algo poco recomendable. En eso son inigualables los soretes: “ya nadie espera que jueguen limpio, nunca más”. Pd: escrito el 9 de marzo de 2023

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