Si fuera creyente me costaría mucho trabajo creer en un alma inmortal, más bien estaría dispuesto a creer en la reencarnación, es decir en la continuidad de la vida solo que con otra forma, y seguramente sin lo que llamamos conciencia de tal transformación. Es lo que ocurre naturalmente cuando morimos: el cuerpo se pudre y la carne se convierte en gusanos y otros organismos invertebrados: de esa manera la vida continua.
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